
A veces me pregunto: ¿y si la caída de los colores arrastra consigo la muerte del cielo? Y sin embargo eso pasó cuando la luz y el agua condensada en las alturas se conjuraron. Los colores deberían abrir el firmamento, pero a veces oscurecen la ciudad. Y la pintan de nuevo. Algo no les gusta en nuestras maltrechas y atribuladas estéticas urbanas. La paleta de la naturaleza se subleva para nuestra resignación.