Incluso cuando no estamos, los objetos nos aguardan. Preservan nuestros usos, respetan la propia ubicación donde los hemos colocado. Hay una nobleza, que no una servidumbre, en ellos. Siempre nos esperan. Pendientes de cumplir su misión. Saciar nuestra sed, proporcionar nuestro descanso, permitirnos contemplar nuestro rostro de altibajos. Adoro esa domesticación de los objetos, tan bien acompañada por una no menor fidelidad de los espacios. Nos hablan tanto de nosotros que a veces, ante nuestras dudas e inseguridades, los miramos atónitos y les preguntamos. Y saben respondernos.
Eso parece, ¿verdad? Bs.
ResponderEliminarmas ciertas veces llegamos a ser objetodependientes,
ResponderEliminargenial entrada amigo, reflexiva
saludos para vos
O al menos, da la impresión, Emejota.
ResponderEliminarAbrazo.
Así es, Omar, así es, incluso de aquello más común e indispensable.
ResponderEliminarSakydis.
me gusta la composición de la foto y lo que dices en relación a ella. Realmente parece una espera que da tranquilidad, y ganas de regresar.
ResponderEliminarUn saludo.
Dolor, la composición no es fiticia ni forzada. es tal cual. Tres objetos fundamentales vinculados con el cuerpo. El agua, el camastro y el espejo donde cuestionar cada amanecer o cada noche las propias facciones del hombre cansado. Todo es lo que parece, sin trampa ni cartón.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo creo que sí. Lo has espresado muy bien.
ResponderEliminarun abrazo.
Es que no soy muy de preparativos, Mariola. Es buscar el momento. Gracias.
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