viernes, 16 de diciembre de 2011
Fanal
Tengo especial debilidad por las escaleras antiguas. Los ascensores son un invento reciente para mí. Hasta no hace mucho tiempo había que subir varios pisos a patita. Tenían ascensor solamente las casas más nobles del centro de la ciudad. Cuando ahora tengo que acudir a algún piso de esas edificaciones clásicas de la burguesía decimonónica subo siempre por las escaleras. Primero, porque los ascensores antiguos ya no quedan y subir en uno moderno no tiene atractivo. Y sobre todo porque me gusta disfrutar del vuelo que trazan las escaleras, su amplitud, el distanciamiento de sus escalones, la barandilla soberbia, las paredes encaladas y los techos altos. No sé qué tienen las escaleras de las casas antiguas que puedes detenerte en ellas y aislarte. Quedarte en medio de dos pisos un buen rato apartándote del mundo rutinario. Pasa también que tu subconsciente te atrapa. Te parece que efectúas aquellas visitas domingueras con tu familia, que te sientas con tus compañeros de la escuela para contar historias, que te apoyas en la pared para aprovechar la penumbra y tratar de practicar el primer beso. Sí, es esa penumbra que te acompaña según asciendes lo que te seduce. La seducción de una luz tibia y de las sombras. El fanal, como testigo de los recuerdos.
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es como ir en un caleidoscopio de tornasoles
ResponderEliminarmuy buena entrada,
un abrazo
Qué metáfora, me la apunto. Con lo que echo en falta los caleidoscopios de infancia. Los de ahora -los que nos brindan desde el consumo- no me van, demasiada virtualidad líquida.
ResponderEliminarAbrazo, Omar.
Bellísimas fotos!! y más bello aún tu encantadora inspiración de otro tiempo.
ResponderEliminarQuien sabe, a lo mejor en un futuro, nuestra arquitectura asombra a nuestros nietos...
Un abrazo!!
Montse, no puedo evitarlo. Mi tránsito callejero, o simplemente en mi cuarto, frente al entorno minimalista, me sugiere siempre. Me hace viajar en el tiempo o en recluirme en la meditación. La fotografía, sin nuestra intención, carecería de significados.
ResponderEliminarY no lo dudes, de la misma manera que a nosotros nos asombra la buena arquitectura del pasado, a nuestros nietos les deslumbrará la buena arquitectura del presente, que la hay.
Salud y abrazo.
Un relato lleno de lirirsmo. Qué maravilla que podamos contemplar y observar y maravillarnos con tanta hermosura, que nuestra mente nos lleve a ver con los ojos del alma y la emoción, que observemos hasta inundarnos de poesía, que nos maravillemos con esa arquitectura que inspira...
ResponderEliminarY al final de las escaleras...la luz.
un abrazo.
Pasa también, Mariola, que con el transcurso del tiempo la relación entre objetos y sujetos varía. Hay lugares de nuestro pasado lejano que ahora nos parecen nimios e insignificantes, independientemente de los buenos y marcados recuerdos. Y otros espacios que ahora los vemos con ojos que valoran de manera diferente. Es muy curioso esa relación que se mantiene pero varía a lo largo del tiempo.
ResponderEliminarParecido ocurre con las lecturas, las que hicimos hace equis años, allá en la juventud, y no nos dijeron mucho o nada, y que ahora volvemos a leer y nos sorprenden y emocionan y nos dejan alelados. ¿Qué ha pasado?
Un abrazo.
Me recuerda todo a Gaudí, realmente preciosa.
ResponderEliminarBon Nadal
Juliet, bienvenida. También a mí, pero yo creo que sobre todo porque se trata de la época en que Gaudí también hacía sus obras y hay algo común en la estructura interior. No obstante, Gaudí y otros modernistas como Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner, etc. hicieron obras de una altura incomparable. Este edificio de mis fotos no se correspondería con el modernismo, pero tiene su punto y su calidad.
ResponderEliminarGracias por pasar, salud siempre.