domingo, 30 de octubre de 2011

Los hombres articulados



Poco a poco se van imponiendo los hombres híbridos. Frente a los hombres de carne y hueso, los articulados van emergiendo desde el mundo del adorno. Tal vez guiados por el modelo exterior, los hombres articulados han crecido, vestido, adoptado pautas y costumbres humanas. Paulatinamente van desafiando a los pobladores tradicionales de las ciudades y convirtiéndolos en sombras. No son robots, no son extraplanetarios, son hijos de la vieja artesanía que se revuelven contra el abandono y el olvido. Sus rostros sin facciones no son casualidad ni accidente. Son rostros donde se pega el de cada transeúnte. A este lado, los hombres tradicionales hacen dejación de su identidad y se la conceden a los seres articulados. En cualquier momento puede saltar hecho añicos el límite vidrioso que los separa. Y comprobar cómo ocupan en masa los espacios que durante siglos hicieron propiedad exclusiva los humanos. Deberíamos acostumbrarnos a ver cómo pasean por la calle esos individuos con cara de póker. Yo ya he visto unos cuantos.




jueves, 27 de octubre de 2011

Barco a la vista


Hay veces que una simple visión nos deja mudos. O mejor dicho, nos habla con la memoria de la niñez. Y un viejo son de Nicolás Guillén vuelve musical y nostálgico...



UN SON PARA NIÑOS ANTILLANOS

Por el Mar de las Antillas
anda un barco de papel:
anda y anda el barco barco,
sin timonel.

De La Habana a Portobelo,
de Jamaica a Trinidad,
anda y anda el barco barco,
sin capitán.

Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.

Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más:
anda y anda el barco barco,
sin descansar.

Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, zúcar,
le contestó.

¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡Ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!

Allá va la negra negra,
junto junto al español;
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.






lunes, 24 de octubre de 2011

Austral


¿Alguien cree todavía que la belleza de los colores son patrimonio de las banderas? Me temo que no. Que esas insignias que caracterizan a un Estado, a una nación o a una ideología se quedan cada vez más huérfanas. Que si los significados que pretenden portar cada vez dicen menos, sus colores se han desteñido hace tiempo. No cabe decir lo mismo de una fachada, unas puertas o unas contraventanas. A ver, lo más importante de los colores, ¿qué es? ¿Que designen algo del mundo real? ¿Que simulen el cielo, el mar o los prados? Yo creo que la característica fundamental de un color es que sea alegría. Cualquier color puede serlo, puesto que en sí ningún color es severo ni grave ni triste ni contento. A los colores los manipulamos los humanos concediéndoles no sólo usos sino nomenclaturas, destinos, significados y modas. La alegría de un color es el acierto en aplicarlo. La alegría de un color no se racionaliza, no se explica, no se hace categoría del fenómeno. Vas por una calle y de pronto aparece una combinación de colores en alguna parte que te hace sentirte en un país austral, por ejemplo, aunque el lugar sea de tu barrio. Por supuesto, los cómplices de estos colores que transmiten alegría son el espacio y la luz. Para mí, un gozo que detiene mis pasos. Suficiente para airear mi día.

domingo, 23 de octubre de 2011

El banco del último día

jueves, 20 de octubre de 2011

Revelación







Cuelgo la fotografía sin saber muy bien si es un ángel, un profeta o un demiurgo. O bien pudiera tratarse de un conductor de masas, de la alegoría del viento o de un sencillo poeta declamando. ¿Acaso Eneas recibiendo la premonición del fantasma de su esposa Créusa? ¿La anunciación a una virgen? ¿Un apóstol derribado de su montura por un resplandor? ¿Un condotiero descendido gallardamente de su caballo? ¿Un representante de los nuevos cánones? ¿El último afinamiento de la especie humana? ¿El hombre en construcción o el hombre en rotura?



domingo, 16 de octubre de 2011

Las cenizas del viento


Una leyenda de los indios de las praderas cuenta que al arder la materia del mundo antiguo quedaron las cenizas. Y que el viento, al aventarlas, dibujó figuras a semejanza de las que habían existido. Pero que no pudo impedir que mostrara de ellas únicamente las huellas del desgarro, del dolor y de la agonía cotidiana. El viento no pudo rescatar el lado placentero de los seres, el gusto por la belleza y el sentido de la armonía. Pero permitió que las figuras no fueran del todo nítidas, de tal modo que no se sintieran tanto hijas de otra época cuanto que del mismo elemento que las resucitaba. La leyenda dice que en manos de las mismas figuras está depositada la capacidad de erigirse sobre sí mismas. Es decir, de encontrar nuevos rostros y nuevas manifestaciones frente al camino que vuelve a abrirse para ellas. Algunos exégetas de los mitos indios prolongan aún más su interpretación, al considerar que los pobladores actuales son seres en construcción, en parte afirmados y en parte aún diluídos en el espíritu de su pasado. De ahí los contrastes de conductas y gestos de los humanos actuales. Un clamor reclama que se autoafiancen y los rastros de sus cenizas les retienen en un estado de no ser. Pegados a la materia, no tienen más salida que identificarse con la materia. Si no te sientes viento ni fuego ni humedad ni piedra, decía el Gran Chamán de las Tierras Altas, tampoco tendrás alma.

viernes, 14 de octubre de 2011

Sacando pecho (spanish suite)

martes, 11 de octubre de 2011

Soles




domingo, 9 de octubre de 2011

Porto





sábado, 8 de octubre de 2011

miércoles, 5 de octubre de 2011

Flequillo



Son luces del verano que se prolonga, equívoco y almagre, más allá de su territorio. Una persiana mallorquina en una casa de un pueblo varado de la meseta. Alineación paralela del ladrillo y ese flequillo que las tejas forman sobre su rostro mudo. Hay algo de estandarte de un mundo desaparecido. También probablemente muchos secretos tras las rendijas apretadas de la persiana. Siempre resulta atrayente imaginar qué voces salpicarían la fachada de la casa, qué rumores atravesarían sus estancias, qué susurros sordos se desparramarían por las alcobas en la hora de la siesta. Qué ayes del estertor de algunos de sus habitantes preservarían sus paredes. Qué contención de las disputas íntimas. La presencia del color exultante prolonga los silencios. Cuando ya nada cabe esperar de revelaciones, porque no queda nadie que dé fe.

sábado, 1 de octubre de 2011

Póker de ases otoñales





No sé si el otoño juega al póker, al mus o a la brisca. Ni creo que sea un otoño de ganadores. Así que, a falta de corazones victoriosos, los árboles comienzan a derramar sus gotas de melancolía. Aún lo hacen lentamente. Sin aire, sin frío, sin humedad. Hay una extraña conspiración de la estación para que los habitantes no perezcan de improviso. Pero algunos mensajes te los vas encontrando por doquier. Ramajes más resecos, coloridos apagados de la floresta, hojitas sobre bancos, paseantes solitarios, caminos que se vacían...Señales de agonía que se incrustan paulatinamente en nuestras miradas. Hay algo en la luz del día que aviva el proceso cambiante. La luminosidad es más turbia y el ozono permanece engañosamente denso. Bajo tantos y tan calmados signos los humanos buscan el reflejo. Hay inquietud en el otoño del hombre. Tanto o más que bajo la máscara del equinocio.