viernes, 29 de junio de 2012

De los túneles, ¿la luz?






martes, 19 de junio de 2012

El don caligráfico





Aunque hoy esté en desuso fue y es un don. Acostumbrados a los caracteres latinos, ricos en tipografía y no siempre bien usada, hemos desconocido la fastuosidad de la caligrafía china, japonesa, del sánscrito, del árabe. Las nuevas tecnologías pueden estar poniendo la puntilla a todos los alfabetos transcritos manualmente. Al menos en cuanto al uso ordinario y generalizado. Pero entonces, quienes los practiquen serán considerados nuevamente como verdaderos artistas.

El escribiente que compone un nombre para los paseantes de un mercadillo provinciano escribe con todas las de la ley. Me refiero a la ley interior. Al placer por el placer de dibujar los signos, de afinar o engrosar los trazos, de hacer volar las letras hasta configurar con las palabras auténticas aves que llevan y traen el pensamiento, la cordura y las pasiones de los hombres. Por cierto, esto me hace recordar que como la religión islámica no ve con buenos ojos la representación de imágenes en el arte, lo que hicieron muchos artistas  -seres dotados de alta concepción caligráfica, pictórica e imaginativa-  fue generar animales o individuos formados por palabras, hilando la proyeccción de los caracteres. De tal manera que el ojo detecta enseguida que hay un avestruz, un león, un poeta representados, por ejemplo, pero todo el contorno es una cita literaria.

El autor caligráfico que escribe como si fuera un personaje de la cultura andalusí tiene un don que es un tesoro. Entre la imaginación que fluye por su mente, la habilidad que desarrollan sus manos y el autocontrol que sujeta en el galope por la armonía, su actitud transmite paz y lo más logrado de la especie humana. La capacidad de la escritura. Salam aleikum.  


viernes, 15 de junio de 2012

Esto no es una ventana