Se me ha antojado que esta escalera es una sinfonía. Que la barandilla reproduce claves de sol en abundancia, dispuestas para acompasar el ritmo de las pisadas. Los vecinos lo saben y las sombras nocturnas también. Algunos de los habitantes de la casa afirman que en ciertas noches, principalmente las de los solsticios, se escuchan por la vertical de la escalera notas in crescendo. Arpergios que sólo perciben los oídos más finos y los corazones más sensibles. No, no hay nada de esotérico en ello. Es la receptividad de los moradores. Y el deseo de concebir el hábitat como un espacio armónico. El arquitecto contrató a un forjador imaginativo y sumamente artista. Lo que no sabía el arquitecto es que el tal artesano del hierro dirigía una coral y no distinguía entre gobernar la agrupación o levantar toda una baranda con las mismas manos. Y con el mismo poder melodioso de su mente.
martes, 26 de julio de 2011
lunes, 25 de julio de 2011
domingo, 24 de julio de 2011
miércoles, 13 de julio de 2011
jueves, 7 de julio de 2011
Ráfaga
Una ráfaga puede ser aire, luz, sonrisa o niño. Ninguno de estos elementos avisa de su llegada ni posa. Su factor es la sorpresa. Su don, la espontaneidad. Su propiedad, el descaro. La ráfaga se manifiesta contra los cánones. No advierte el juego técnico. Ni quiere saber de la estabilidad. Si el fotógrafo hubiera estado más atento, acaso el resultado hubiera sido más admisible. Pero la ráfaga no habría sido el objeto final. No sé. Acaso no debería haber puesto esta imagen. La papelera de un ordenador está repleta de fotografías corridas o de rostros feos o de posturas que no gustan. Bobadas. El hombre de la cámara ¿pretendía registrar el juego de la criatura? Tal vez perseguía fijar la ley física. Vano desafío. Estruendoso fracaso. ¿O éxito?
martes, 5 de julio de 2011
sábado, 25 de junio de 2011
miércoles, 22 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
lunes, 6 de junio de 2011
Tlachtli


...Se ha dicho de nosotros, los jugadores de tlachtli, que si ganábamos seríamos sacrificados a los dioses. También se ha dicho que éramos unos servidores de los sacerdotes y unos privilegiados cuya única función consistía en recrear las contradicciones del universo. Pero la gente del lugar venía hasta esta cancha especialmente protegida por la serpiente divina a disfrutar de nuestras habilidades. Mientras duraba el ejercicio todo el mundo se volcaba en el esfuerzo, la agilidad y el acierto que desempeñábamos. El mito ha querido convertir el lugar en una cosmogonía donde todo cabía. Pero bajo nuestra actitud enardecida agotábamos nuestra fuerza y se desconcentraban nuestros recursos. Victoria y derrota sacaba de quicio a los espectadores. Veían en esa pugna la sucesión de enfrentamientos que la naturaleza de la Tierra y la constitución de los hombres presencia todos los días. Conjuraban con nuestro juego cada elemento variable que les daba y les quitaba en su vida cotidiana. Nosotros éramos los contrarios durante un tiempo, mientras ellos aplazaban la lucha interior entre sus aspiraciones y sus límites...
(Fragmento de Crónica de un jugador de tlachtli)
viernes, 3 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
¡Chis!
Qué ve el niño al borde de la presa. Tal vez el río más largo del mundo. O una catarata. O se mira en el reflejo. Juega con la ramita, tratando de agitar el agua que le desborda. Apenas un apéndice con el que puede ser timonel de una nave invisible. Con la que puede abrir las compuertas de un canal cuyas esclusas le hacen descender a niveles de abstracción imprevisibles. Tuvo la mala pata de que el inoportuno fotógrafo le chistara. Puede que viera en él a una autoridad que pretendía censurarle. Pero detrás de la cámara había otro niño antiguo que también quería volver a jugar. El niño no sabe aún que se olvidan muchas cosas en la vida. Pero que los juegos son recurrentes. Y que navegar entre ilusiones y ficciones es un propósito irrenunciable.
lunes, 30 de mayo de 2011
viernes, 27 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
lunes, 23 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
Faralá
No es un anuncio. Tal vez se trate de un bodegón de calle, espontáneo. Paisaje después de la batalla. Los colores pueden con las sombras. ¿De dónde emergen los colores? Que si de los tintes. Que si de las mezclas. Que si de la irradiación. Que si de la materia bruta. ¿Vemos los colores con los párpados cerrados? Todo se desliza, sin permanecer, a través de una iridiscencia misteriosa. Nos alimentamos de colores.
lunes, 16 de mayo de 2011
Autógrafas

El poeta dedica; tienen sus manos algo de sacerdotal. Sus dedos están ungidos con la tinta sagrada. La tinta no es sagrada porque sea tinta, sino por las letras que configuran palabras. O acaso la tinta sí que es sacra porque en ella hay algo del origen primigenio, del cuerpo de la tierra que proporciona materia para plasmar palabras e imágenes. Y entonces acaso las palabras sí son blasfemas, porque las palabras nacen del cuerpo de la carne, que está hecho para el deseo, la memoria y el logos.
sábado, 14 de mayo de 2011
viernes, 13 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
Los adioses
No sé qué tiene este conjunto que lo tiene todo. No sólo los personajes, sino las vidas que hay en ellos. No sólo la actitud, una espera expectante ante la partida. No sólo la paralísis, instante contenido ante la ignorancia del qué afrontarán. Uno no ve sólamente en esta obra lo que hay hasta ese momento. Se intuye un futuro largo. La tradición migratoria de los habitantes de la tierra, que algunos con el tiempo olvidan, se consagra en la mirada de la artista. Y después en el tratamiento y manejo de los elementos. Inédito trabajo que da cuerpo al taller donde el arte sale de las manos que han formado siempre las expresiones humanas. Mery Maroto, su autora se ha quedado en el momento en que, cual demiurga, va a soplar e insuflar nueva vida a los seres. Ellos, la vieja la llevan pegada a su piel, a sus gestos hieráticos, a las sujeción de los hijos, a sus vestimentas, a la maleta.
sábado, 30 de abril de 2011
La estandarización de los cielos
Los habitantes de los cielos están tipificados, no obstante su amplio repertorio. Su imagen en la tierra, también, pero sometida a la inclemencia de los elementos y del olvido. El verdadero espanto en la historia de la iconografía nunca reside en la imagen en sí. Por muy exaltadora o impositiva que sea. El espanto está en su repetición, en su monótona siembra. Pero el tiempo y los deudos de los muertos introducen variantes. El óxido desfigurador, la purpurina que desvirtúa, la pátina casual o correctora. De una fundición madre acaecen estos looks actuales. Nada es lo mismo. Ni siquiera la tierra que vuelve a la tierra.
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