Se me ha antojado que esta escalera es una sinfonía. Que la barandilla reproduce claves de sol en abundancia, dispuestas para acompasar el ritmo de las pisadas. Los vecinos lo saben y las sombras nocturnas también. Algunos de los habitantes de la casa afirman que en ciertas noches, principalmente las de los solsticios, se escuchan por la vertical de la escalera notas in crescendo. Arpergios que sólo perciben los oídos más finos y los corazones más sensibles. No, no hay nada de esotérico en ello. Es la receptividad de los moradores. Y el deseo de concebir el hábitat como un espacio armónico. El arquitecto contrató a un forjador imaginativo y sumamente artista. Lo que no sabía el arquitecto es que el tal artesano del hierro dirigía una coral y no distinguía entre gobernar la agrupación o levantar toda una baranda con las mismas manos. Y con el mismo poder melodioso de su mente.
Comparto lo que comentas de las fotografías, claves de sol y un doremi salta de a dos escalones...
ResponderEliminarMuy interesante, un abrazo
¿Claves de sol? ¿Arpegios? No creas que me sorprende demasiado, ya me parecía a mí que esa barandilla tenía algo de mágico (¿Será que me llegó alguna nota…? Aunque no quiero decir con eso que… pero quizás había alguna despistada y…)
ResponderEliminarSupongo que cuando te deslizaste por ella lo harías al ritmo de la música, para no romper el encanto…
Mucho arte el del forjador-director de coral. Y el del arquitecto que lo contrató, por confiar en él. ¡Ah! Y el de los vecinos, con su receptividad. Aunque, claro, el fotógrafo tampoco se queda atrás.
Una escalera así sólo podría tener una historia como esa.
Hola Joachim&Malik, siempre es mejor subir acompañado de música, marcando el ritmo.
ResponderEliminarUn abrazo
Omar, es que a mí me lo pareció, y eso que no pasé la noche en uno de los escalones. No era cosa de resultar sospechoso y de que algún vecino mimetizado y obsesionado con la seguridad llamara al cuerpo del Orden público. eh.
ResponderEliminarSí, Quelle, ¿cómo lo has intuído? Me deslicé al son de La trucha de Schubert, dinamizado por el cello de mi sinigual Jacqueline du Prè. Tocaba tan acogedoramente...
ResponderEliminarY volviendo al tema de los ornamentos en edificios. No sabemos muchas veces lo que tenemos en patrimonio. Edificios de los siglos XIX y parte del XX seguían modas europeas, vanguardistas, modernistas, racionalistas, eclécticas...¿Se fija la gente en sus fachadas, en sus portales, en sus escaleras, en sus miradores, en sus patios, en sus forjados...etc.?
Yo sí, hala. Buena noche.
Abi, claro. Aunque a veces hay que vadearlo con el humor de la jornada. No es fácil ni el ritmo ni la melodía. Y a ciertas edades ya no creemos en la canción del verano. Recurrimos a nuestros gustos soterrados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sinfonía que has puesto en tus manos para deleitarnos con este texto y estas imágenes en claves de sol.
ResponderEliminarPrecioso.
Glup...si yo sólo miraba la obra de los rejeros...Pero gracias, porque yo disfruté recorriendo de arriba a abajo la escalera.
ResponderEliminarSaludos, Mariola.