Los habitantes de los cielos están tipificados, no obstante su amplio repertorio. Su imagen en la tierra, también, pero sometida a la inclemencia de los elementos y del olvido. El verdadero espanto en la historia de la iconografía nunca reside en la imagen en sí. Por muy exaltadora o impositiva que sea. El espanto está en su repetición, en su monótona siembra. Pero el tiempo y los deudos de los muertos introducen variantes. El óxido desfigurador, la purpurina que desvirtúa, la pátina casual o correctora. De una fundición madre acaecen estos looks actuales. Nada es lo mismo. Ni siquiera la tierra que vuelve a la tierra.
Tienes razón. Las imágenes se repiten demasiado, pero como dices tú, al menos el paso del tiempo, los deudos, y en ocasiones el olvido, van dejando unos rastros en ellas que las diferencian algo a unas de otras. Casi es peor la lentísima evolución del concepto y las ideas que representan, esos sí que se han quedado en muchos sentidos inalterables al tiempo y a las inclemencias, sin avanzar, sin adaptarse a las “nuevas tecnologías”, ancladas en el pasado. Quizá necesitarían también una pátina correctora.
ResponderEliminarUn saludo.
La razón te asiste, Quelle. Las ideas y el concepto sustentado por aquellas están demodé total. Y no sólo por este tipo de imágenes, sino por todas. De hecho tengo la impresión que quienes se refugian en ellas no creen aunque digan que creen. Quien cree en algo, inventa, renueva, fructifica. Y estos están más acabados que el Machín. Desde luego no seré yo quien dé pátina ideológica a tales envejecidos mentales. Mejor que se disuelvan. Y no sigo.
ResponderEliminarPero no me digas que los angelitos, por más repetitivos y simplones que sean, con ese aspecto lúgubre y soso, no me digas que no tienen un aire kitsch, versión franquista, claro.
Buena noche.
Pero son variaciones no "creadas" en el sentido estricto del término. El triunfo de los elementos también desnuda el apego humano por el modelo. Y aquí el problema no afecta sólo a los objetos creados sino a la propia existencia en la carne. De ahí que el ángel, el ser al que la historia del cuerpo y su deseo no parecen afectar, es un sello siniestro de aquello que esta mas allá de lo humano.
ResponderEliminarJoachim, esos dos angelitos, y en general todos los personajes que aparecen como representantes de los cielos, tienen una cara de estar tan, pero tan aburridos… que vamos, no dan ganas ni de asomarse para ver lo que se cuece por allí (en los cielos). No hacen muy buena propaganda que digamos, y como relaciones públicas yo diría que dejan mucho que desear. Pero la verdad es que a mí me resulta interesante observarlos, con su aire kitsch versión franquista (¡qué bueno!), por si en un momento de descuido sus rostros impasibles dejan escapar alguno de los secretos que esconden.
ResponderEliminarMe ha gustado tu reflexión sobre la estandarización de los cielos.
Que tengas una buenísima tarde.
Pierrot, bienvenido. Supongo que las historias de ángeles (su simbolismo) están presente en diferentes culturas incluso con otro nombre. Ese dualismo corporeidad/incorporeidad fascina desde antiguo a los hombres. Pero queda muy lejos ya el tema. No creo que hoy tenga valor ni siquera como metáfora literaria, o apenas. Los cementerios españoles (y no sólo españoles) dan para un repertorio de iconografía y costumbrismo inigualable, pero muy cutre, muy poco original ya. Lo que más me llama la atención es esa proyección o prolongación del miedo a la muerte con una imaginería tétrica y siniestra. De niño me espantaban por esa estética repulsiva. Hoy lo veo, ya lo digo, kitsch, y si hay zonas arboladas y apacibles busco otro encanto. A la muerte no hay que darle mayor valor que el fulminante. El culto a la muerte es siempre oportunista, manipulador, esotérico e hipócrita. La memoria de los muertos, y ahí cada cual sabe, es otra cosa. Pero la Iglesia utilizó el asunto hasta el límite para tener sujetos, amordazados y atemorizados a sus súbditos.
ResponderEliminarAfortunadamente, se ha superado. Por eso mis fotografías van buscando la estética demediada, el ritual del pasado y, sobre todo, el contraste y su contradicción.
Un saludo cordial y vuelve cuando quieras.
Quelle, me hace gracia tu coment, y si te das cuenta es que no tienen ni cara esos trozos de chatarra que quieren parecer lo que no son. Sus rostros están diluídos de origen, son opacos, sin sustancia. Si algo me gusta de otra versión de la iconografía de ángeles es la alegría. En los altares barrocos, sobre todo, se representaron hasta el infinito, como caritas regordetas, cuerpos de niños más regordtes aún, desnuditos (cuánta recreación paralasciva habría detrás o debajo de esas representaciones, que todos conocemos a los clérigos) Pero eran ángeles ahítos de alegría (bueno, algunos también como cosas tontas), aunque dependían de los artistas, y no podían pasarse porque no tenían vida propia, sino que estaban para exaltar las divinidades del catolicismo postrentino.
ResponderEliminarHay por ahí algún blog que saca imágenes de este otro tipo de angelitos con suculentos comentarios.
Gracias por ampliar el tema. Buena tarde, claro.
Sí, esos angelitos regordetes y juguetones son otra cosa. Ellos sí que se lo pasan bien y expresan sus emociones, mucho más naturales y espontáneos. Pero claro, los niños ya se sabe que pueden montarse una fiesta en cualquier sitio… incluso allí.
ResponderEliminarPero nada hay inocente en la mirada y en las manos de los artistas y de los que encargan las obras. Ni una sola dirección. Si algo permite el arte es la creación a varias bandas, las dobles lecturas, miradas, etc. Bueno, tu insistencia al comentar me sugiere que acaso otro día cuelgue niños-querubines regordetes, ja.
ResponderEliminarHola Joachim: el Tiempo, su acción, nada es lo mismo. Fantástica mirada. ¿Y lo que me ocurrió a mí la otra mañanita? Se me apareció un ángel con mandarinas. Saludos blogueros
ResponderEliminarEn efecto, José Antonio, tiempo y movimiento son uno. Un abrazo.
ResponderEliminarCertera reflexión. Cuando un estilo vivo se convierte en canon, muere. Y es ese su devenir inexorable, el sino de la historia. Nace, evoluciona, llega a su culmine, se estandariza, se enquilosa y viene la transformación...
ResponderEliminarQue bello aquello que apuntas: como la intervención de la naturaleza y de las personas sacan a esos ángeles de su propia muerte.
Un gusto llegar por aquí, mi abrazo fraterno desde el confín austral!
Gracias, Eva, por tu delicadeza. Todo sugiere tanto...¿verdad? Los cánones los desvirtúa también el mismo sistema que los parió. Los expulsa del negocio cuando no le sireven. Pero, ¿qué son los cánones sino una apariencia? Nada se detiene jamás, nada alcanza su cénit jamás, nada es definitivo nunca, y menos en Arte y Expresión.
ResponderEliminarEse confín...¿es muy confín?
Salud y Mirada.