Parecerá mentira, pero es uno de esos escaparates a los que rindo culto cuando paso por la calle Rauric. A veces la tentación es superior y entro, porque una tienda donde, entre otros artículos, abundan los trabajos en cartón piedra, no se encuentra fácilmente en nuestras ciudades. En la foto, con todo su encanto, aparecen algunos de los personajes típicos-tópicos tradicionales que me siguen prendando. Pero de la escena me dejo sorprender por el farolero -fanaler en catalán- , encarnación del gigante Peret a la que acompaña Marieta en las festividades del Casc Antic, Gràcia y otros barrios. Cuanto más miro la imagen más luz destella el farol. No es que uno espere que los gigantes saquen de la oscuridad a los humanos, en estos tiempos algo tenebrosos, pero sí que se anhela la luz. Tal vez Perec nos preste el farol a todos y cada uno. Porque lograr la claridad incumbe al caminante de la vida.
sábado, 19 de noviembre de 2011
El fanaler
Parecerá mentira, pero es uno de esos escaparates a los que rindo culto cuando paso por la calle Rauric. A veces la tentación es superior y entro, porque una tienda donde, entre otros artículos, abundan los trabajos en cartón piedra, no se encuentra fácilmente en nuestras ciudades. En la foto, con todo su encanto, aparecen algunos de los personajes típicos-tópicos tradicionales que me siguen prendando. Pero de la escena me dejo sorprender por el farolero -fanaler en catalán- , encarnación del gigante Peret a la que acompaña Marieta en las festividades del Casc Antic, Gràcia y otros barrios. Cuanto más miro la imagen más luz destella el farol. No es que uno espere que los gigantes saquen de la oscuridad a los humanos, en estos tiempos algo tenebrosos, pero sí que se anhela la luz. Tal vez Perec nos preste el farol a todos y cada uno. Porque lograr la claridad incumbe al caminante de la vida.
jueves, 17 de noviembre de 2011
La mano cóncava
Cuando la mano del hombre altera una piedra su paisaje es otro. En este caso se ha sacrificado lo convexo en favor de lo cóncavo. No obstante, en geometría probablemente nunca se destruye lo opuesto. El escultor de las maclas, esos cuerpos angulares y planos que se incrustan unos dentro de otros y que se dan en la naturaleza sobre todo, ha ido más allá. ¿No recuerda un abrigo rupestre? ¿No trae a pequeña escala, fabricada de su mano, una imagen que abunda en las foces y en los desfiladeros? Las vetas naturales añoran pinturas abstractas. Hay ríos de sed en la piedra. Ese material tan dispuesto siempre a servir al ser humano para sus obras y caprichos. Me fascina esa mordedura en la planitud de las caras del bloque. Buscando siempre la dimensión ¿imposible?
sábado, 12 de noviembre de 2011
La metamorfosis
Si algo tiene de revelador ir con una cámara fotográfica en ristre es la valoración del encuentro. Por supuesto, sin la cámara esa esencia que llevamos en nosotros llamada mirada bastaría también para responder al encuentro. Pero en mi experiencia, o tal vez me engañe y se trate solo de la capacidad receptiva que aportan los años frente a objetos, o situaciones especiales de los objetos que antes no había captado, la máquina que me acompaña me exige. Es un elemento complementario que no suple mis ojos pero que sí estimula mi manera de mirar. Y en ocasiones me hace mirar de otra manera. En esta fotografía la impresión es que hay un encuentro entre dos sombras, dos individuos o sus efigies. Al observar esas sombras con cuidado me di cuenta de que no se encontraban dos seres diferentes sino dos Yo aparentemente distintos.
Avanzar unos pasos y reducir a un solo personaje. En mi desplazamiento se ha originado un tercero. ¿Y si es el mismo de los dos de antes que se ha movido para posar desde una perspectiva más próxima? Pero sigue desdoblándose, superponiéndose. Han decidido emprender una templada conversación. Acaso solo se observan. Intento mantenerme en posición discreta y escuchar su conversación. Es un diálogo tan enmudecido que llego a creer que las palabras son nonatas. De pronto me doy cuenta de que se separan, de que una de las sombras se distancia de la otra. ¿No es apasionante atender ese mundo de reflejos, no menos inquietantes que el de los personajes de carne y hueso?
Ahora entiendo. Hay un sitial, un trono de príncipe cuya elevación le distingue de la bajeza del mundo y le coloca entre la aristocracia de la apariencia. Aquella sombra que se iba separando sigue arrastrándose en busca del espacio que le considere. No se trata solamente de ascender a un nivel superior, sino de que se opere una transustanciación. Anhela la altura, le atrae el solio donde el busto parece poblado de luz.
Es la luz, sin duda, lo que el hombre del subsuelo desea. Y con la luz busca confirmar un rostro. Quienes viven en las sombras permanentes siempre están intrigados por sus carencias. Nunca han podido percibir unas facciones, una forma más detallada de su testa, unos gestos, unas expresiones. En la caverna umbrosa nunca hay risas ni guiños ni lagrimas ni signos de admiración. Cualquier expresividad está ausente. No habiendo manifestación es como si no existe una revelación de los sentimientos, de los dolores, de las alegrías, del deseo. Las sombras inherentes a los hombres son el tormento en vida. Les niega comprobarse como hombres. Viven, pero se diluyen, ahuyentados por su condición.
El esfuerzo de la sombra por elevarse es premiado. ¿A cambio de qué? De su multipolaridad. ¿Quién de los personajes que concurren en el vértice es el emigrante de las tinieblas? Cuanto más se observa, más dudas tiene. Cuanto más mira en derredor, más confuso se siente. Se multiplica. Y al hacerlo se dispersa. Y en su dispersión le nace una angustia donde se pierde.
Pero en su pérdida siente el estremecimiento del alma humana. Se comprueba como otro. Permanece en él el recuerdo de cuando era mera sombra. Siempre habrá a su lado otro Yo que compita con él o se consuele con él o tome el relevo por él. ¿Es el otro Yo la sombra adecuada a la nueva metamorfosis? No sorprenderse por la dureza castigadora y mística que exhibe su rostro surgido de la oscuridad. Aún coexiste en la duda y la luz interior no ha florecido. No es más que la historia de un hombre.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Hefesto

Hay imágenes que hablan de modo reflejo. O más bien que te hacen enmudecer y te dejan sin aliento. Me sucede a menudo con los conjuntos pétreos. Pero también con las arquitecturas de metal. Si hay una imagen revolucionaria por excelencia del siglo XIX, más allá de los fortísimos movimientos sociales que convulsionaron continentes, es la de la construcción con hierro. A primera vista vemos aquí una maraña, pero no lo es, ni siquiera se trata de la arqueología industrial de una azucarera ni de una montaña rusa ni de una chatarrería. A primera vista parece que el vacío hubiera sido conjurado. El fin de salvar desniveles y el río está logrado. Y sin embargo a mí me da la impresión de que ese vacío a la vez se resalta. No ha desaparecido para la mirada. Si la función práctica de la comunicación está cumplida y el vacío, no obstante, no queda anulado y se respeta en su esplendor, ¿de quién es el triunfo? Palpita la acción de Hefesto, el dios griego de la metalurgia.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Hondura

¿Es un nudo que no se desata? ¿Una herida en el aire? ¿Un silencio en las manos? ¿Un dolor en la tribu? ¿Una mirada que se vuelve hacia adentro? ¿La curiosidad inagotable? ¿El asombro nutriente? ¿El vuelo mismo de la materia? El paseante se detiene cada vez que pasa a su lado. Recorre su perímetro, como una liturgia. Se aproxima y se aleja de la figura. Si el paseante fuera pájaro sobrevolaría esta fantasía para cerciorarse de que no la sueña. De que la ligereza es honda. De que lo profundo nos alienta.
(Gracias a Jorge Guillén y a Chillida, que me remiten a la permanencia)
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Fábula
El día estaba siendo como todos los días. Voces se habían propalado, pregonando que acontecería una fatalidad. Nadie dio pábulo a los agoreros que viven de sembrar el temor entre los inocentes. Los inocentes se reconocen como los herederos de la tierra. Son los mismos a los que también les cuesta considerarse culpables cuando los acontecimientos se vuelven en su contra. Los inocentes se habían acostumbrado a los tiempos de bonanza. Las cosechas abundaban, el ganado se mantenía sano y las enfermedades humanas habían decrecido. Los artesanos incrementaban la producción de sus trabajos y llegaban variedad de mercaderías a los rincones más apartados. Los gobernadores exigían impuestos más menguados y tal parecía que las guerras hubieran desaparecido incluso en las fronteras más lejanas. Los pobladores empezaron a creer que aquello era el estado natural, que las miserias pertenecían al pasado y que no había razones para sospechar que iba a producirse retroceso alguno en sus condiciones de vida. Y vivieron como si siempre lo hubieran hecho en la abundancia, sin cuidarse de prevenir, sin mirar en gastos, despilfarrando y tentados a iniciar mil aventuras por los ignotos territorios bárbaros. Nadie creyó a los augures que se desplazan por los caminos ni a las pitonisas que se refugian en las oquedades de las serranías. Pero de pronto el día se acortó. Los animales se alarmaron, los viajeros detuvieron su marcha, el mercado de la plaza se paralizó, las labores agrícolas fueron abandonadas, las forjas pararon sus machaqueos y la gente corrió a sus casas. Nadie supo qué vendría al día siguiente, ni siquiera si habría día siguiente. Y fue entonces cuando los planetas se burlaron de la Tierra y se encontraron solos.
domingo, 30 de octubre de 2011
Los hombres articulados
Poco a poco se van imponiendo los hombres híbridos. Frente a los hombres de carne y hueso, los articulados van emergiendo desde el mundo del adorno. Tal vez guiados por el modelo exterior, los hombres articulados han crecido, vestido, adoptado pautas y costumbres humanas. Paulatinamente van desafiando a los pobladores tradicionales de las ciudades y convirtiéndolos en sombras. No son robots, no son extraplanetarios, son hijos de la vieja artesanía que se revuelven contra el abandono y el olvido. Sus rostros sin facciones no son casualidad ni accidente. Son rostros donde se pega el de cada transeúnte. A este lado, los hombres tradicionales hacen dejación de su identidad y se la conceden a los seres articulados. En cualquier momento puede saltar hecho añicos el límite vidrioso que los separa. Y comprobar cómo ocupan en masa los espacios que durante siglos hicieron propiedad exclusiva los humanos. Deberíamos acostumbrarnos a ver cómo pasean por la calle esos individuos con cara de póker. Yo ya he visto unos cuantos.
jueves, 27 de octubre de 2011
Barco a la vista

Hay veces que una simple visión nos deja mudos. O mejor dicho, nos habla con la memoria de la niñez. Y un viejo son de Nicolás Guillén vuelve musical y nostálgico...
UN SON PARA NIÑOS ANTILLANOS
Por el Mar de las Antillas
anda un barco de papel:
anda y anda el barco barco,
sin timonel.
De La Habana a Portobelo,
de Jamaica a Trinidad,
anda y anda el barco barco,
sin capitán.
Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.
Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más:
anda y anda el barco barco,
sin descansar.
Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, zúcar,
le contestó.
¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡Ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!
Allá va la negra negra,
junto junto al español;
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.

lunes, 24 de octubre de 2011
Austral
¿Alguien cree todavía que la belleza de los colores son patrimonio de las banderas? Me temo que no. Que esas insignias que caracterizan a un Estado, a una nación o a una ideología se quedan cada vez más huérfanas. Que si los significados que pretenden portar cada vez dicen menos, sus colores se han desteñido hace tiempo. No cabe decir lo mismo de una fachada, unas puertas o unas contraventanas. A ver, lo más importante de los colores, ¿qué es? ¿Que designen algo del mundo real? ¿Que simulen el cielo, el mar o los prados? Yo creo que la característica fundamental de un color es que sea alegría. Cualquier color puede serlo, puesto que en sí ningún color es severo ni grave ni triste ni contento. A los colores los manipulamos los humanos concediéndoles no sólo usos sino nomenclaturas, destinos, significados y modas. La alegría de un color es el acierto en aplicarlo. La alegría de un color no se racionaliza, no se explica, no se hace categoría del fenómeno. Vas por una calle y de pronto aparece una combinación de colores en alguna parte que te hace sentirte en un país austral, por ejemplo, aunque el lugar sea de tu barrio. Por supuesto, los cómplices de estos colores que transmiten alegría son el espacio y la luz. Para mí, un gozo que detiene mis pasos. Suficiente para airear mi día.
domingo, 23 de octubre de 2011
jueves, 20 de octubre de 2011
Revelación
Cuelgo la fotografía sin saber muy bien si es un ángel, un profeta o un demiurgo. O bien pudiera tratarse de un conductor de masas, de la alegoría del viento o de un sencillo poeta declamando. ¿Acaso Eneas recibiendo la premonición del fantasma de su esposa Créusa? ¿La anunciación a una virgen? ¿Un apóstol derribado de su montura por un resplandor? ¿Un condotiero descendido gallardamente de su caballo? ¿Un representante de los nuevos cánones? ¿El último afinamiento de la especie humana? ¿El hombre en construcción o el hombre en rotura?
domingo, 16 de octubre de 2011
Las cenizas del viento
Una leyenda de los indios de las praderas cuenta que al arder la materia del mundo antiguo quedaron las cenizas. Y que el viento, al aventarlas, dibujó figuras a semejanza de las que habían existido. Pero que no pudo impedir que mostrara de ellas únicamente las huellas del desgarro, del dolor y de la agonía cotidiana. El viento no pudo rescatar el lado placentero de los seres, el gusto por la belleza y el sentido de la armonía. Pero permitió que las figuras no fueran del todo nítidas, de tal modo que no se sintieran tanto hijas de otra época cuanto que del mismo elemento que las resucitaba. La leyenda dice que en manos de las mismas figuras está depositada la capacidad de erigirse sobre sí mismas. Es decir, de encontrar nuevos rostros y nuevas manifestaciones frente al camino que vuelve a abrirse para ellas. Algunos exégetas de los mitos indios prolongan aún más su interpretación, al considerar que los pobladores actuales son seres en construcción, en parte afirmados y en parte aún diluídos en el espíritu de su pasado. De ahí los contrastes de conductas y gestos de los humanos actuales. Un clamor reclama que se autoafiancen y los rastros de sus cenizas les retienen en un estado de no ser. Pegados a la materia, no tienen más salida que identificarse con la materia. Si no te sientes viento ni fuego ni humedad ni piedra, decía el Gran Chamán de las Tierras Altas, tampoco tendrás alma.
viernes, 14 de octubre de 2011
martes, 11 de octubre de 2011
domingo, 9 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
miércoles, 5 de octubre de 2011
Flequillo
Son luces del verano que se prolonga, equívoco y almagre, más allá de su territorio. Una persiana mallorquina en una casa de un pueblo varado de la meseta. Alineación paralela del ladrillo y ese flequillo que las tejas forman sobre su rostro mudo. Hay algo de estandarte de un mundo desaparecido. También probablemente muchos secretos tras las rendijas apretadas de la persiana. Siempre resulta atrayente imaginar qué voces salpicarían la fachada de la casa, qué rumores atravesarían sus estancias, qué susurros sordos se desparramarían por las alcobas en la hora de la siesta. Qué ayes del estertor de algunos de sus habitantes preservarían sus paredes. Qué contención de las disputas íntimas. La presencia del color exultante prolonga los silencios. Cuando ya nada cabe esperar de revelaciones, porque no queda nadie que dé fe.
sábado, 1 de octubre de 2011
Póker de ases otoñales
No sé si el otoño juega al póker, al mus o a la brisca. Ni creo que sea un otoño de ganadores. Así que, a falta de corazones victoriosos, los árboles comienzan a derramar sus gotas de melancolía. Aún lo hacen lentamente. Sin aire, sin frío, sin humedad. Hay una extraña conspiración de la estación para que los habitantes no perezcan de improviso. Pero algunos mensajes te los vas encontrando por doquier. Ramajes más resecos, coloridos apagados de la floresta, hojitas sobre bancos, paseantes solitarios, caminos que se vacían...Señales de agonía que se incrustan paulatinamente en nuestras miradas. Hay algo en la luz del día que aviva el proceso cambiante. La luminosidad es más turbia y el ozono permanece engañosamente denso. Bajo tantos y tan calmados signos los humanos buscan el reflejo. Hay inquietud en el otoño del hombre. Tanto o más que bajo la máscara del equinocio.
sábado, 24 de septiembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
Ráfagas
Al borde mismo del otoño todo llega como ráfagas. ¿No es ése el acontecer de la vida? La nitidez, ¿existe? ¿Se para en algún momento el paisaje, se detienen las carreras, se consolidan acaso los objetos? ¿Qué fue antes, el interior o los márgenes? Ni siquiera la carcajada de un niño permanecerá. Pero es bueno saber que un día fuimos ráfagas.
jueves, 15 de septiembre de 2011
La creación
Iba a titular: la falsa creación. Pero ¿por qué iba a ser más falsa ésta que la otra? La creación no existe. La naturaleza se copia del caos. El hombre copia de la naturaleza. Los colores pueden emerger por pigmentación (las rocas llevan tantas sustancias) Los colores pueden surgir por iluminación (la luz se filtra, reverbera y estalla traducida en materia diferente) Los artistas copian del fondo de su retina, donde la luz y el color bullen sin parar. También copian los fotógrafos (amparados en sus artefactos) Tanta copia produce sincretismos. Nunca existe nada en estado natural, puesto que lo que nos llega es nuestra percepción. La percepción humana es nuestro demiurgo particular, algo que a la luz, a la naturaleza, a la oscuridad o al universo le trae sin cuidado. Al hombre le gusta jugar a demiurgo, como le atrae hacer de caudillo, de curandero o de místico. Más percepciones añadidas. El arte es apariencia; la fotografía lo es también. Acaso por ello cada vez me gusta menos aquello que pretende ser adecuadamente realista, es decir, la traslación del objeto formal a una consagración única de la visión sobre las cosas. Se ha cultivado siempre; en algunos casos es útil para iluminar los manuales de historia, al menos los que yo sufrí. Prefiero sentir el protagonismo de la descomposición de un elemento o de las sustancias aún dispares que se están formando para dar lugar a una materia determinada. Donde la disolución anterior o posterior al objeto que se forma nos envía un mensaje de sorpresa y de entusiasmo. En ese ámbito en que los colores permanecen vivos, es decir, sin instalarse todavía en su parálisis. Esperando la pátina del tiempo que vuelve a reeducarlos.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Narciso
No se llama así, pero lo es. Se contempla. No es que crezca inverso. Es que la tentación de mirarse en las aguas, al modo de los humanos en los escaparates y en los espejos, es irresistible. No se corta por el tránsito de los paseantes ni por la algarabía de los patos ni de los peces ni por las ramas de otros árboles que se asoman curiosos. Él está a lo suyo y ha entrado en esa dinámica en que el narcisista no distingue bien si realmente es el que se eleva hacia el cielo o el que se refleja. Error fatal posiblemente, como sucede con los humanos que viven en función de la apariencia. Pero algo me dice que esta frondosidad es más inteligente. Que sabe dónde tiene las raíces y dónde la copa. Que agradece el sol que le roza y la humedad que le fecunda. Un narciso que nunca va a perecer probablemente en vanas pretensiones. Pero que mientras, se besa.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Ascensión
¡Ah!, los mendigos son un pueblo que se va convirtiendo en piedra , dice la poeta brasileña Cecilia Meireles. Yo no sabía de esa ecuación, pero algo he sospechado cada vez que he visto los viejos caserones castellanos arrumbados. Qué dignidad las líneas verticales de esta fachada. Qué pretensión baldía. Qué ascensión castrada por la incuria. Qué palacio de la modestia. Qué catedral de la elemental sabiduría. Piedra o adobe, madera u óxido, me da lo mismo. Son los materiales de los hombres. Al final, todos acabamos mendigos de una manera u otra. Esperando no el juicio de ningún dios sino la sentencia del propio derrumbe.
viernes, 2 de septiembre de 2011
¿Naturalezas muertas?
¿A quién se le ocurriría titular como naturalezas muertas estas vidas nutrientes? De acuerdo en que acaban de ser arrancadas a las entrañas de la tierra, pero aún colean. Su jugosidad, su color, sus adherencias y sus texturas aún manifiestan vida. Traídas al mundo de los humanos para satisfacción de paladares y proceso de las químicas de los cuerpos, ¿no suena sacrílego denominarlas naturalezas muertas? Sacadas del suelo donde la vida es perenne su destino es proporcionar continuidad de vida a una especie depredadora. No obstante, su generosidad está fuera de toda duda. Mi reconocimiento. La boca, haciéndose agua. El gusto, regodeándose.
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