Ignoro por qué me fascinan tanto los viejos molinos. Otros les llamaban fábricas de harinas. Las había por doquier hace siglo y pico. Las que han sobrevivido cumplen otro uso, pero al menos se ha salvado el edificio y el entorno. Me abstraigo ante ellos. ¿Será porque están a la orilla de un río y secuestraban parte de sus aguas para activar las maquinarias? ¿Será porque se producía una simbiosis con la corriente? ¿Será porque su subterráneos engendran misterio? Aun gustándome todo ello, creo que es esa imagen especular lo que me atrae. Admirar cómo la quietud del agua esboza la arquitectura y la termina. Cómo convierte en naipe su fisonomía. Cómo activa los colores y multiplica sus efectos. No me cabe duda. Es la irrealidad que se crea allá abajo lo que hipnotiza mi mirada, difícil de apartar.
Es curioso pero es cierto que lo mas fácil es olvidarse de su verdadera función y que nos dejemos llevar por el encanto que tienen el agua, sus reflejos, el movimiento. Tú todavía vas mas allá, a sus profundidades.
ResponderEliminarHermoso texto y las fotografías, sobre todo la primera, de ensueño.
me encantaron los reflejos en las aguas, pues todo reflejo es digno de admiración pues a todos nos fascina un poco eso de lo imaginario...
ResponderEliminaren cuanto a los molinos, nuestra amistosa visión de los mismos, deviene de los campos de amapolas de Holanda...ese frescor siempre primaveral; de los desvíos de los riachos en Galicia donde mujeres y jóvenes hacían que la piedra de molienda girara más o menos para embolsar la harina de maíz o trigo y también nos viene de saber que no eran los caballeros enemigos de Don Quijote...hasta nos reímos de ello.
Y una sapiencia más viene de los molinos, y es que el hombre no necesita tanto de artilugios contaminantes para sacar un buen producto.
un abrazo
Hay imágenes que tocan el corazón. Beso.
ResponderEliminarA mi me gustan las dos primeras.Se pierde el horizonte, invitan a hundirse en los reflejos.Muy sugestivas y poèticas tus fotografias.Un saludo.
ResponderEliminarBalbi. Unas cosas no quitan las otras. Nuestra percepción sobre las aguas -también sobre los campos- son búsqueda de sentidos, de sensibilidades, de observaciones mistéricas, de recepción de colores y sombras y claridades...¿sabes que cuando estoy junto a un espacio como el de la foto primero percibo su plasticidad y luego razono su sentido práctico? ¡Qué iconoclasta debo ser! Pero a mí me gusta.
ResponderEliminarBuen día.
Omar, veo que tu sensibilidad se torna conciencia ante el reflejo (cuántas connotaciones tiene para nuestro mundo de conciencia/subconsciencia)
ResponderEliminarY bueno...los molinos holandeses solo los conozco en fotos, pero nada que ver con estos españoles...las riberas frluviales siempre me enajenaron...un edificio a su lado siempre me pareció algo onírico. De todos este tipo de molino-pequeña o no tan pequeña fábrica harinera como el de la imagen tenían potentes maquinarias y engranajes en sus tripas, producto del siglo XIX.
Un abrazo.
Y tanto, Emejota, y tanto. Que no requieren muchas palabras, ¿verdad? Nos tocan y nos abducen, ya lo creo.
ResponderEliminarClaro, Azucena, y a mí también. La tercera la puse para comparar lo más plástico con lo más realista. Pero sólo los reflejos apasionan.
ResponderEliminarSi no conoces, te recomiendo el blog:
http://tulaevanescente.blogspot.com
en las primeras entradas hay multitud de fotos con reflejos.
Gracias por pasar, vuelve cuando desees.