Este no cabe duda de que lo es. Perdida su función, tapiada, cegada, está ahí como deshubicado. De que sirve todo lo que existe mas allá de esa estancia oscura y fría? no tendrá días, noches, sol o lluvia pero el balcón sigue ahí. El balcón inaccesible, si que es triste Y confuso
Balbi, también me pregunto yo qué habrá detrás. Siempre fueron para mi un misterio los trampantojos. Pero es un símil que se podría aplicar a los individuos también. Vivir para aparentar, no para ser.
Parece, Rosa, y siempre que paso ante éste u otros balcones cegados espero una señal. Un pestillo que se gira, un cuarterón que se abre, un hueco que deja entrar el aire, una voz que llega...
Joana, pues he llegado a ver trampantojos preciosos, a ver si un día de estos os muestro alguno, si es que quedan, con plantas o bodegones o personas...Pero la estupidez municipal no tiene precio. Podrían hacerse cosas preciosas en medianerías de las ciudades y no se sabe aprovechar la riqueza plástica de algunos muralistas. Qué país.
Ja,ja, ¡qué manía la de nuestra cultura con el dichoso bueno o malo! Como ya me siento vieja, o talluda, al tiempo que niña e inocente, solo puedo responder a esa pregunta de forma un tanto surrealista. Lo apropiado para unos puede ser absolutamente inapropiado para otros. Ni bueno, ni malo, ni camino, ni trazado. Tan solo discernimiento, a ser posible creativo (resulta más agradable). En cuanto a lo del realismo feroz, pues sí mira, es posible, quienes me conocen muy a fondo, es decir mis hijos y poco más, lo saben, han crecido escuchándolo. Su madre a veces mas bien parece una bestia parda, mordaz y hasta cruel consigo misma. También es dulce, comprensiva y sobre todo descreída, al más puro estilo de Sto. Tomás: Ese señor que le gustaba tanto meter los deditos en la llaga. Beso.
Que argumentos, y válidos, no te faltan, Emejota, pero a mi se me antoja que hay una penuria en los trampantojos...¿Que son kitsch, aunque pasen desapercibidos? Puede.
LNJ. Has dado en el clavo, magnífico. Has deconstruído mi post. Participo de tu opinión. Todos estamos revestidos de trampantojos (aunque le llamemos títulos, celebraciones, cargos, menciones, diplomas, o simplemente estatus...) Aparentes negaciones del vacío pero que confirman el vacío.
Este no cabe duda de que lo es.
ResponderEliminarPerdida su función, tapiada, cegada, está ahí como deshubicado.
De que sirve todo lo que existe mas allá de esa estancia oscura y fría? no tendrá días, noches, sol o lluvia pero el balcón sigue ahí.
El balcón inaccesible, si que es triste Y confuso
y sobre todo si allí vivía la chica más linda del barrio...
ResponderEliminarsaludos para vos
Como los ojos cerrados de un muerto reciente, parece que se van a abrir en cualquier momento y la luz se colará por ellos...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Como la vida misma en alguna de sus múltiples vertientes . Beso.
ResponderEliminarSi al último en cerrar la puerta se le hubiera ocurrido pintar una maceta con flores...
ResponderEliminarDe todas formas, tiene su puntito de belleza tal cual está. Por lo menos para mí.
Saludos
Balbi, también me pregunto yo qué habrá detrás. Siempre fueron para mi un misterio los trampantojos. Pero es un símil que se podría aplicar a los individuos también. Vivir para aparentar, no para ser.
ResponderEliminarVaya usted a saber, yo siempre vi viejas betas en los balcones. A las chicas se las relegaba. Sólo hablábamos con ellas a escondidas en los portales.
ResponderEliminarParece, Rosa, y siempre que paso ante éste u otros balcones cegados espero una señal. Un pestillo que se gira, un cuarterón que se abre, un hueco que deja entrar el aire, una voz que llega...
ResponderEliminarParticipas de mi realismo feroz y yo del tuyo; ¿iremos por buen camino, Emejota?
ResponderEliminarJoana, pues he llegado a ver trampantojos preciosos, a ver si un día de estos os muestro alguno, si es que quedan, con plantas o bodegones o personas...Pero la estupidez municipal no tiene precio. Podrían hacerse cosas preciosas en medianerías de las ciudades y no se sabe aprovechar la riqueza plástica de algunos muralistas. Qué país.
ResponderEliminarJa,ja, ¡qué manía la de nuestra cultura con el dichoso bueno o malo! Como ya me siento vieja, o talluda, al tiempo que niña e inocente, solo puedo responder a esa pregunta de forma un tanto surrealista.
ResponderEliminarLo apropiado para unos puede ser absolutamente inapropiado para otros. Ni bueno, ni malo, ni camino, ni trazado. Tan solo discernimiento, a ser posible creativo (resulta más agradable).
En cuanto a lo del realismo feroz, pues sí mira, es posible, quienes me conocen muy a fondo, es decir mis hijos y poco más, lo saben, han crecido escuchándolo. Su madre a veces mas bien parece una bestia parda, mordaz y hasta cruel consigo misma. También es dulce, comprensiva y sobre todo descreída, al más puro estilo de Sto. Tomás: Ese señor que le gustaba tanto meter los deditos en la llaga. Beso.
Que argumentos, y válidos, no te faltan, Emejota, pero a mi se me antoja que hay una penuria en los trampantojos...¿Que son kitsch, aunque pasen desapercibidos? Puede.
ResponderEliminarSí, la hay. La de la vida propia.
ResponderEliminarBesos.
LNJ. Has dado en el clavo, magnífico. Has deconstruído mi post. Participo de tu opinión. Todos estamos revestidos de trampantojos (aunque le llamemos títulos, celebraciones, cargos, menciones, diplomas, o simplemente estatus...) Aparentes negaciones del vacío pero que confirman el vacío.
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