miércoles, 1 de febrero de 2012
El sol del membrillo
Hoy he decidido no mirar a la gente que pasa por la calle. O, mejor dicho, mirarla de otra manera. Me he colocado frente a un lienzo de muro a una hora en que el sol empieza a perder fuerza. Mirar una pared es de lo más deprimente que existe. Es una experiencia por la que todos hemos pasado alguna vez pero que en determinadas circunstancias que no voy a citar no se la deseo a nadie. Pero este trozo de pared se me antojaba pantalla cinematográfica. Por el rabillo del ojo intentaba controlar la llegada de los transeúntes. Se trataba de tomarles un instante antes o uno después de que pasaran por delante; dependía de la dirección que trajeran. Ha habido un momento en que, ensimismado en mi labor de curioso impertinente y cuidando a la vez de que los peatones no me advirtieran y se pudieran sentir molestos, he llegado a creer que los habitantes de la casa deshabitada eran los que transcurrían por el muro. Esa proyección de sus sombras recreaba unos individuos diferentes. Hombres y mujeres, ancianos y niños, se recreaban en una opacidad -lo opaco, de nuevo- no exenta de belleza. Pero la belleza de lo amorfo, de la reducción de los cuerpos a su sombra, ¿puede considerarse belleza? Antes de responderse a sí mismos piensen en lo que habitualmente ven por televisión y otras hierbas mediáticas.
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Lo más interesante es como nos lo expones. Al margen de ello, las sombras, reflejo de formas diversas, me agradan o desagradan en relación a su armonía, como ocurre con las sombras chinescas. Bs.
ResponderEliminarHay un descenso en las imágenes de más sol a menos, en breves minutos el reflejo se vuelve menos reflejo y las sombras desaparecen, ve la foto final. Me sorprendí de la velocidad, de lo efímero...Es la sombra de la nube que decía el poeta abasí: la vida misma.
ResponderEliminarBesos.
me encanta como has jugado con las sombras, el resultado es fantástico!
ResponderEliminarun abrazo,
Elena
Muchas gracias por opinar, por pasarte y por el estímulo de tus palabras. Las sombras me fascinan desde siempre. Lo curioso es cuando se te ocurre sobre la marcha, cuando la gente que transita deja de ser ella, te concentras en una pared y las ves de otro modo.
ResponderEliminarBastante más atrás en est eblog hay otras sombras subiendo y bajando por unas escaleras. Ahí dominaba el azul (y la sombra,, claro)
Un abrazo y vuelve cuando gustes.
Muy artísticas.
ResponderEliminarSaludos.
El arte está en la luz. Todo lo demás es subsidiario. Y gracias a su potencia.
ResponderEliminarTe agradezco la presencia aquí, Juan Antonio.