Admito que las escaleras de caracol son mi debilidad. Esa sensación de que mientras subes por ellas permaneces en el aire no puedo reprimirla. Aunque sabes que están para salvar dos planos, dos pisos, dos alturas, como se quiera llamar a los espacios superpuestos, te apetece quedarte allí. Entre medias. A veces lo he hecho, en algún castillo ruinoso o en la subida en tinieblas a un coro de iglesia. Una vez cerraron un antiguo palacio semidesvencijado, pensando que no había nadie y yo quedé dentro. Tras superar el primer escalofrío asumí que la noche era mía. Y que lo mejor era dormir. Recogido entre los escalones desgastados de una escalera de caracol, mi cuerpo se hizo a aquel útero de piedra. Soñé que era mi propio feto, tal vez por lo acogedor que me parecía. Por la mañana, el aire y las palomas rondaron alrededor de mí. Me dolía el cuerpo de la adaptación al medio, pero yo no quería salir.
sábado, 25 de febrero de 2012
Recovecos
Admito que las escaleras de caracol son mi debilidad. Esa sensación de que mientras subes por ellas permaneces en el aire no puedo reprimirla. Aunque sabes que están para salvar dos planos, dos pisos, dos alturas, como se quiera llamar a los espacios superpuestos, te apetece quedarte allí. Entre medias. A veces lo he hecho, en algún castillo ruinoso o en la subida en tinieblas a un coro de iglesia. Una vez cerraron un antiguo palacio semidesvencijado, pensando que no había nadie y yo quedé dentro. Tras superar el primer escalofrío asumí que la noche era mía. Y que lo mejor era dormir. Recogido entre los escalones desgastados de una escalera de caracol, mi cuerpo se hizo a aquel útero de piedra. Soñé que era mi propio feto, tal vez por lo acogedor que me parecía. Por la mañana, el aire y las palomas rondaron alrededor de mí. Me dolía el cuerpo de la adaptación al medio, pero yo no quería salir.
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Que bello este escrito, por Dios, me ha encantado el estilo, las imagenes que hicieron posible esta reflexion. Muchas gracias por compartirla. Saludos.
ResponderEliminarBella experiencia, sí, muy bella, además puedo compartir emoción. Bs.
ResponderEliminarQué preciosidad de escalera y qué buenas tomas conseguiste. Además de tus reflexiones, como siempre.
ResponderEliminarPara mí esa experiencia que viviste de quedarte encerrado solo (¡y de noche!) en aquel lugar hubiera sido de lo más inquietante. La escalera de caracol, en vez de un útero acogedor, se habría convertido en un monstruo que pretendía engullirme. Imposible pegar un ojo en toda la noche… lo sé. Claro, con la luz del día ya se ven las cosas de otra manera
Buen domingo.
Gracias, Norin, por tus sentidas palabras. A veces se produce una confluencia entre experiencias del pasado e imágenes encontradas por azar de repente. Si en mi cerebro se vinculaban, ¿cómo no iba a intentarlo expresarlo?
ResponderEliminarCordialmente.
Emejota, las emociones vividas en su momento pueden olvidarse en sus detalles. Pero con el tiempo y con cualquier hallazgo casual, reviven, rediviven, y para eso existen nuestras emociones y nuestra voz.
ResponderEliminarBon dimanche.
A veces, Quelle, vas por la calle, ves un portal de una casa o de una iglesia o de un palacio antiguo abierto. Te pica la curiosidad. Llevas la pocket en el bolso. Entras sin llamar. Husmeas, repasas, te sientas en alguna parte. Un banco, un rincón, la base d euna columna. Contemplas. Primero te relajas. Luego te empequeñeces. La obra del hombre (¿qué importan en ese momento los encargos, los propietarios, lo fines, etc.?) te desborda. La estimas, la aprecias, te asombra. Apenas sabes nada y en aquellos espacios hay tanta sabiduría acumulada. El ojo reenvía a tu cerebro las percepciones. Tu cámara fotográfica es un arma que empuñas. Luego vas a seguir pensando. Y entonces, recuerdas tus barrabasadas de infancia o juventud.
ResponderEliminarYa ves.
Disculpa, Quelle, se me olvidaba. ¿Unas escaleras = un monstruo? Y pensar que la arquitectura me suscita siempre protección, belleza y admiración. Te hubiera sucedido lo mismo. El medio que nos rodea es capaz de convertirnos y de mimarnos. Prueba algún día.
ResponderEliminarPermanecer en el aire, suspendidos, buscando la armonía entre estas escaleras de caracol que parecen hechas para volar sobre ellas, ligeras...
ResponderEliminarY qué sensaciones has vivido en una noche. Allí, recluido; después del primer escalofrío llegó la comprensión y la aceptación. Entonces , todo se volvió claro y permaneciste fundido con el arte, formando parte de él. Una experiencia enriquecedora.
un abrazo.
Es un mundo de sensaciones, Mariola. No sé qué tienen las escaleras de caracol que piensas en la subida, nunca en la bajada. Tal vez en alcanzar un paisaje, una visión, un órgano musical, siempre una perspectiva desde arriba. A veces no apetece descender, y cuando lo haces es como si el camino lo conocerias desde siempre. El enigma está en la subida, siempre en el ascenso.
ResponderEliminarDices que permanecía fundido con el arte...no se me había ocurrido. Claro, la obra me acogía y acaso me consideraba una compañía llevadera. Pero lo que me fundió fue algo más al alcance y benefactor a corto plazo, el sueño.
Buena noche en espiral.
caray, si te vuelves poeta, estamos fritos, ¡vuelve al disparador!
ResponderEliminarjeje
podés creer que me gustó más lo escrito que lo gráfico?
así es, saludos
Gracias, Omar. Tal vez es que se trata de dos sistemas de imágenes, con sus variantes, pero complementarias...
ResponderEliminarHay tantas experiencias de la vida que con el tiempo se convierten en retazos poéticos...
Abrazo.
Sencillamente fascinante, de veras, tanto las imágenes como las palabras.
ResponderEliminarSaludos
Te aseguro, Sieslo, que esa fascinación la podemos percibir cada uno de nosotros si estamos atentos en un espacio, abierto o cerrado. Reconozco que a mí las luces y sombras jugando me entusiasman.
ResponderEliminarGracias por pasearte por el blog, un abrazo.