Debe ser desasosegante sentarse en ese banco. Acaso por la razón que se expande ostentosamente a su espalda permanece siempre sin ser ocupado. Condenado a no cumplir la función para la que fue construído. Sé banco para esto, parece estar a punto de decir. He observado también que los transeúntes bajan la cabeza al pasar por ese punto. ¿Hay algo más inquietante que sentirse observado? El ojo es casi perfecto, si bien descomunal y harto polifémico. Yo no le encuentro desprovisto de bondad, pero es que soy muy dado a mirar con comprensión. Aunque el otro, quien sea, esté dispuesto a saltar sobre mi con sus garras ocultas. En este caso le planto cara al ojazo y según paso con lentitud mantengo su mirada, que me sigue. No sé si ha sido percepción mía, pero me ha parecido que en un momento dado el ojo se ha turbado, ha movido sus párpados y ha mirado para otra parte. Y es que no hay como mirar de frente para comprobar la fragilidad del prójimo.
(Nota añadida. Prometo volver a traer aquí el banco si me encuentro a gente sentada en él)
Magnifica inspiracion, como todas,
ResponderEliminarel ojo de la vida no parpadea ni se siente -solo en ocasiones pretende ver desde el alma- Saludos y me encanto la entrada.
Lamentablemente sospecho que carece de pudor el Gran Hermano. Seguirá extendiendo sus tentáculos y pestañas sobre las vidas ajenas. Abrazos.
ResponderEliminarNoris: un ojo discreto, agrada. Un ojo mirón, aturde. Un ojo gigantesco...es para salir corriendo.
ResponderEliminarGracias por pasearte delante del ojo.
Salomé, así es, pero desconfía de los ojos ocultos que casi no se ven. Esos pilotitos minúsculos que pueblan fachadas, carreteras, interiores, escaleras, medios públicos de transporte...Si creemos a Orwell, acaso haya que mirar debajo de la cama. Maldito ojo indiscreto de estos tiempos turbios.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hoy he tenido una experiencia paralela. Duele, duele comprobar esa fragilidad, reflejo de la propia. Bs.
ResponderEliminarCaray, el dolor como percepción pasajera nos hace aprender. Como persistencia, se vuelve agudo y acaso crónico...y ése no lo quiero.
ResponderEliminarsiempre supe que las paredes 'oyen' ahora me doy cuenta que miran y hablan (graffittis)
ResponderEliminarsaludos
Son muy observadoras, pero a mí me gustan que aparezcan estas señales de arte.
ResponderEliminarSaludos.
Aunque es un ojo muy grande me agrada.
ResponderEliminarUn final redondo para el texto.
un abrazo.
A mí el ojo ese me encanta, digno de permanecer en la pared. Hay cosas de baja estofa por ahí. Viva el ojo heterotópico, en el sentido de ilustración. El otro, el escudriñador, el que nos controla, el que nos persigue...simplemente abominable. ¡Y creíamos que Orwell en 1984 hacía mera ficción!
ResponderEliminarUn abrazo, Mariola.
Magnífico post. Una genial reflexión. Me ha encantado
ResponderEliminarBienvenido, Noexisten. Gracias por estimular y mi alegría por que te haya gustado.
ResponderEliminarCordialmente.