Hay que tener mucho aguante para sentarse a la solana y dejar el sombrero de lado. Se corre el riesgo de perder las carnes y con ellas el pudor. Y quién sabe si también las ideas. Pero este sprint final del verano pide aprovechar los ratos en que la tierra calienta los cuerpos. El otoño y sus melancolías está al acecho. Nuestro vecino lo sabe. Por eso apura la calle.