No es la cámara. Es el ojo. La intención fue centrarse en la figura y que sólo la imagen exenta llegara a la mirada de los fieles. Y con la figura y su gesto penetrara la doctrina en la mente de los hombres. Pero nada se puede prever del todo en el mundo de las sombras donde este tipo de representaciones nacen y se desarrollan. Si ese tipo de ideas surge de las sombras de la mente de quienes las fomentaron, ¿creían que sólo podrían convertirse en luminaria para el resto de sus días? Ahí está su envés, rebelándose contra la intención original. Las sombras se han independizado de la materia. Se han revelado como su alma. La luz siempre es una presencia, y la luz lleva adscrito como una segunda piel su juego umbroso. Sus otras manifestaciones. La Historia es ya un extravío. Las sombras, un reencuentro con la esencia de la pretensión. ¿Cuántos santos desafían desde sus proyecciones murales al ojo del destinatario? ¿Cuántas almas entregadas y contritas sobreviven al destino finito de los falsos profetas?
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