jueves, 10 de enero de 2013

El cisne que se quedó




Harta de la vida acuática, muerta de curiosidad por el trasiego que habitaba en las moradas, fascinada por el mundo de los erectos de tierra, la ave anseriforme decidió cambiar de vida y unirse definitivamente a la terrestre. Ofreció sus servicios para lo que gustasen y aclaró que no tenía exigencias respecto a dónde instalarse.  Como quiera que nadie le hablaba con claridad  -un cisne debe estar donde debe estar, oía a los terrestres decir entre ellos-  decidió en un día gélido instalarse a la puerta de la vieja mansión. La temperatura descendió como nunca aquella noche hasta el reino de los pámpanos de hielo. El cisne suplicó que le dejaran entrar, clamó que deseaba ser útil, picoteó en la puerta solicitando ser atendido. Nadie abrió las puertas al hermoso animal. Sus súplicas fueron apagándose lentamente. Al amanecer no se escucharon sus graznidos. Apenas un reguero de plumas confundidas entre la nieve espesa dieron fe de su efímero paso.




2 comentarios:

  1. Un primer plano precioso!!
    Un saludo

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  2. Es el cisne y su delicada esbeltez. Gracias por sensibilizarte y expresarlo, Enya.

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